PARAD
I N AS,
Un encuentro en Castilla
En dirección suroeste a
unos 30 Km. de Segovia capital, tomando la carretera de
Arévalo y desviándonos hacia Aragoneses, llegamos al
pueblo de Paradinas; en este trayecto habremos recorrido
una buena parte de la llamada «campiña segoviana». Según
la estación del año que el viajero elija, esta llanura
-apenas herida por el cauce sosegado de los ríos Eresma
y Moros- llevará a sus ojos los colores terrosos del
barbecho y sementera, los verdes prometedores de
Primavera o los amarillos cálidos de mieses y rastrojos,
tierras de «pan llevar" en la medieval Extremadura
castellana donde aún perviven rebaños de merinas que ya
olvidaron la trashumancia
Paradinas se nos presenta
con un perfil de tejados sobre el que destaca la silueta
de su gran torre de iglesia, reposando en una ligera
hondonada desde la que se pueden vislumbrar amplios
horizontes; hacia el Este las montañas del Sistema
Central con la silueta de la Mujer Muerta, hacia
poniente los diáfanos crepúsculos sobre el monte de
Balisa y el cerro de Nuestra Señora del Otero
Pueblo agrícola y
ganadero, en Paradinas y el resto de la comarca el
«desarrollismo», de los sesenta dejó sus secuelas de
emigración y olvido por parte de la Administración,
tanto, que incluso veinte años de democracia se obstinan
en no hacer nada por recuperar parte del «terreno
perdido». Aún así, el viajero puede todavía encontrar un
grupo humano acogedor y amable que les mostrará el
corazón y alma de un pequeño rincón de la Castilla
profunda
Semblanza histórica y monumental
Los primeros vestigios de
ocupación del lugar nos llevan al s.II a.C., aunque una
investigación más profunda quizás podría alejarnos en
dos o tres siglos esta fecha; su situación a medio
camino entre la Cauca romana y Segovia y la bondad de su
suelo para agricultura y pastos nos hace pensar en
pueblos célticos de II edad del Hierro -probablemente
vacceos- como los primeros pobladores del lugar de una
forma permanente. Desde esta época la ocupación es
continua hasta la ruptura de la invasión islámica, no
descartándose la posible ocupación temporal del lugar
por parte de algún grupo tal vez beréber
De época romana destaca la Villa situada
a la entrada
del pueblo viniendo desde Aragoneses; sin duda muchas de
sus piedras fueron reutilizadas en épocas anteriores,
pero el descubrimiento de mosaicos no se produce hasta
mediados del s. XIX. Con mucha probabilidad estamos ante
una villa de principios del s.III d.C., tal vez de
finales del s.II que tendrá modificaciones en el s.IV,
época de apogeo de este tipo de construcciones, para
progresivamente declinar y tal vez arruinarse durante la
ocupación visigoda. Tras la lamentable actuación
arqueológica oficial de finales de los sesenta se han
perdido para siempre los mosaicos de varias habitaciones
el olvido administrativo se ha apoderado del resto de
mosaicos que aún quedan y que podrían aportar un mayor
conocimiento
de la romanidad tardía en la Meseta.
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Paradinas debió ser lugar de repoblación
temprana -finales del s.XI- aunque tampoco es difícil
aventurar la presencia de pobladores anteriores a la
repoblación oficial; se documenta la donación que hizo
Doña Urraca del lugar de Paradinas a los caballeros de
la Orden de San Juan; época medieval plena donde
surgirán los concejos castellanos y las comunidades de
Ciudad y Tierra que
progresivamente irán perdiendo libertades en favor de
los caballeros villanos ennoblecidos.
De principios del s.XV es
de destacar el «Palacio», en realidad una casona típica
de estos caballeros villanos con ansias de grandeza que
provocaron no pocos enfrentamientos con los concejos; de
tipo fortaleza, se han perdido sus torreones, pero aún
se puede ver su pequeño patio columnado de clara
referencia renacentista.
La Iglesia de Nuestra
Señora de la Asunción hoy situada a las afueras del
pueblo en dirección a Villoslada y que sin duda debió
ocupar un lugar céntrico por los cimientos de edificios
que aparecen en sus contornos, une a su apariencia de
sobriedad una cierta esbeltez propiciada por su torre
campanario rematada en chapitel cubierto de pizarra;
iglesia de tres naves sostenidas por imponentes columnas
toscanas y abovedada en la parte del crucero con trazas
góticas; iniciada a mediados del s. XVI, algún estudioso
ve en ella la impronta más que probable de Rodrigo Gil
de Hontañón.
Edificios como el
Hospital, fundación benéfica de Alonso Jiménez de Zuazo
a principios del s. XVII, la Ermita del Cristo del
Humilladero, el Concejo viejo, todos ellos en ruina, nos
conducen aun pasado que sin duda debió ser más propicio
a la esperanza
Entre los hijos
«ilustres» de Paradinas ya falta de una mayor
investigación, nos vienen a la memoria hombres como
Alonso de Paradinas, obispo de Ciudad Rodrigo en el s.
XV; tal vez Rodrigo de Albornoz, contador enviado a
Indias, que mantuvo serias disputas con Hernán Cortés;
la familia de los Zuazo, destacando entre ellos Alonso
de Zuazo, colegial mayor de Santa Cruz de Valladolid
enviado por Cisneros a Indias y considerado por
Bartolomé de las Casas como un gran hombre de bien; los
Jiménez de Zuazo también pasajeros de Indias que
llegaron a ocupar altos cargos en el Nuevo Mundo, y ya
en el s. XIX Fray Esteban de las Monjas, monje cartujo
que donó a su pueblo el completísimo Relicario que se
venera en la Iglesia Parroquial.
Paradinas, todo un viaje
por el pasado y el presente que la Asociación Cultural
Fray Esteban de las Monjas quiere revivir en el Museo
Local situado en las que fueron últimas escuelas de
niños y niñas y que el viajero sin prisas puede visitar
como punto final -o de inicio- de un reencuentro con lo
que fue y es un viejo pueblo castellano: Paradinas.
Texto de Ildefonso López
Soblechero
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