Las joyas de Paradinas (I): la villa romana y su desventurad…
Segovia – El Adelantado de SegoviaJorge Esteban Molina *
Paradinas es una localidad de apenas 50 habitantes enclavada en plena Campiña Segoviana, distante 32 km de la capital provincial. El acceso desde Segovia es relativamente sencillo ya que solamente hay que circular por la conocida carretera de Arévalo (autonómica CL-605) en dirección noroeste, desviándonos a la izquierda por la carretera local SG-V-3223 poco antes de llegar a Pascuales y transitar por esa vía en dirección sur hasta Aragoneses y nuestro destino. Desde 1970 Paradinas forma parte del municipio de Santa María la Real de Nieva, junto con otros trece núcleos de población, si bien desde 2003 dispone del estatus de Entidad Local Menor con alcalde pedáneo dentro de dicho municipio.
En el plano demográfico, nos encontramos ante un ejemplo palmario de lo que se viene denominando la “España vaciada”, padeciendo un evidente declive poblacional desde la década de los sesenta del pasado siglo debido al éxodo rural, una dinámica agudizada más si cabe durante el presente siglo a consecuencia del envejecimiento de su población. Su pasado histórico, sin embargo, debió ser bastante más esplendoroso a tenor de lo que transmiten los datos documentales, constatando un estatus de preeminencia respecto a otras localidades de su entorno, al menos en el periodo que abarca desde los últimos impulsos repobladores al sur del Duero a principios del siglo XIII hasta llegar a finales del siglo XVI. Así, en el Plan de Distribución de Rentas del Cabildo de la Catedral de Segovia de 1247, la parroquia de Paradinas ya contribuía con XXVII maravedíes, una de las cantidades más elevadas de todas las parroquias rurales del arcedianato de Segovia. Del mismo modo, en 1487, en un repartimiento realizado entre los pueblos de la Ciudad y Tierra de Segovia para la reparación del Acueducto, la localidad contribuyó con 6.640 maravedíes, el mayor montante de entre todos los pueblos del Sexmo de la Trinidad.
Parte de ese antiguo esplendor aún es perceptible en el legado patrimonial que Paradinas ha conservado hasta nuestros días, personificado fundamentalmente en la imponente iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, templo de trazas cuasi catedralicias erigido en la primera mitad del siglo XVI, con estética del gótico final y concepción espacial renacentista. También está representado, aunque en este caso retrotrayéndonos al periodo romano, por la conocida villa bajoimperial asentada bajo el propio casco urbano.
Con esta carta de presentación, el objetivo de esta colaboración, al igual que otras realizadas para este medio, no es otro que suscitar el interés del lector hacia el patrimonio que atesora la provincia de Segovia, en este caso el de Paradinas, que esta vez será objeto de dos entregas. Una labor divulgativa cuya fórmula sigue siendo la de aportar datos de interés, tanto documentales como de trabajo de campo, muchas veces desconocidos por el gran público, e ir desgranándolos y recomponiéndolos de manera pedagógica sin perder por ello rigor científico. En esta línea, esta primera entrega versará sobre el valioso enclave arqueológico que subyace bajo el caserío de Paradinas, identificado como una villa rustica de explotación latifundista fechable entre los siglos III y IV d.C., cuyas paredes en ruinas aún visibles en época medieval dieron nombre con toda probabilidad a la propia localidad. Para lograr la mejor compresión por parte de los lectores, máxime al tratarse de un yacimiento arqueológico, abordaremos y reconstruiremos del modo más didáctico posible su azarosa trayectoria vital, su articulación espacial y lo más destacado de su decoración musiva. Solo así seremos realmente conscientes del porqué de su importancia y predicamento a nivel provincial.
El conocimiento que poseemos del yacimiento es bastante limitado, y lo sería aún más de no haber sido por la encomiable labor de Fernando Regueras, autor que llevó a cabo la compilación de los escasos (además de dispersos) datos disponibles al respecto. Ese trabajo fructificó en una breve pero interesantísima publicación de 2010 que, en cierto modo, supuso un avance en el ordenamiento y puesta al día de su historiografía. En la presente colaboración seguiremos, en lo fundamental, las líneas maestras marcadas por aquella publicación, siendo complementada en todo momento por una labor personal de trabajo de campo.
La villa romana de Paradinas se ubica, como hemos indicado, en pleno casco urbano, enclavándose prácticamente a la entrada del pueblo en el acceso desde el norte por la actual carretera SG-V-3223 proveniente de Aragoneses. Las primeras noticias sobre la presencia de mosaicos romanos en ese emplazamiento se remontan a 1865, si bien no quedará constancia gráfica del hallazgo hasta 1868, momento en el que José Asensio, por aquel entonces arquitecto provincial, elabore unos dibujos de sus paneles musivos. Asensio fue precisamente el responsable de las excavaciones de los recién descubiertos mosaicos de Aguilafuente en marzo de ese mismo año, siendo igualmente autor de dos dibujos de dichos pavimentos y un croquis de situación.
De la gran extensión del yacimiento ya da cuenta Pedro Hernández Useros en 1889, para el que estima una superficie de entre 12.000-14.000 m2, además de indicar la presencia de varias estancias con pavimento musivo en perfecto estado de conservación. Poco más se sabrá de aquel hallazgo pionero en la provincia hasta que en 1916 Antonio Blázquez publique la primera reseña de cierta relevancia científica. A pesar de su brevedad, en aquel trabajo ya se exponen algunas consideraciones de notable interés para su estudio. Se reincide en las grandes dimensiones del mosaico, en este caso indicando unas medidas de 30 m de lado, y su buen estado de conservación, aspecto éste en el que insiste reiteradamente el autor, hasta el punto de bautizarlo como “la joya de Paradinas”. Por contra, ya advierte del grave peligro que corre su preservación a causa de su localización urbana, siendo lugar de paso de carros y caballerías. Con el fin de evitar su ruina, Blázquez ya abogaba en aquel entonces por su conservación in situ mediante un edificio de nueva planta que, a la par de protegerlo, pudiera servir como ayuntamiento o escuelas públicas, aunando así interés arqueológico y utilidad pública. Años más tarde, autores como Rodríguez Marín en el Catálogo Monumental de la Provincia de Segovia, presentado en 1923, y el conde de Cedillo en 1931 no harán sino recoger en lo fundamental los argumentos ya apuntados por Blázquez, añadiendo a mayores un dato preocupante de cara a la futura conservación de los mosaicos: su escasa profundidad, en algunos puntos prácticamente a ras de superficie.
Cumpliéndose los peores augurios, en 1951 el estado de los mosaicos ya era lamentable. Así lo advierte el entonces Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas, Antonio Molinero, cuando son exhumados nuevamente con motivo de la inauguración del nuevo consultorio médico local, colindante por el norte con el yacimiento. Por si fuera poco, durante algunos años se tuvo la “feliz idea” de descubrirlos cada año durante las fiestas patronales de Nuestra Señora de la Merced, sometiéndolos durante varios días al tránsito de vehículos, fueran de tracción animal o mecánica, ganado y personas.
En noviembre de 1967 se abre una viva polémica sobre el estado de conservación de los mosaicos de Paradinas a través de varias noticias y artículos publicados en El Adelantado de Segovia. Esta polémica activará el interés por su reexcavación y, por inercia, hará lo propio con los de Aguilafuente, en esa suerte de perfecta sincronía temporal entre ambas villae romanas segovianas. Todo ello desembocará en una intervención arqueológica en febrero de 1968, esta vez con un supuesto carácter científico y con el firme empeño de proceder a la restauración de los mosaicos, bajo la dirección técnica de Jerónimo Escalera, una intervención que se tornará nefasta. Es precisamente el informe de aquellos trabajos, presentado en 1981, estudiado y reinterpretado por Regueras, el que por fin nos ha permitido disponer de un conocimiento preciso y ordenado del yacimiento, al menos en lo que se refiere a estructuras integrantes, distribución en estancias y mosaicos, algunos de ellos noticiados desde un siglo atrás. En dicho informe se revela la existencia de una villa romana bajoimperial, excavada de un modo parcial, de la que se exhumaron dos ámbitos, público y privado, separados ambos por varias decenas de metros.
El denominado Ámbito I estaba conformado por una gran estructura de planta rectangular que ocupaba todo el ancho de calle Real, presentando incluso continuidad bajo las viviendas situadas en su acera norte. Esa estructura, interpretada como integrante de la parte pública de la villa, se componía de siete estancias, de las que las tres más occidentales disponían de mosaicos en un desigual estado de conservación, los mismos que nos habían llegado a través de noticias y publicaciones breves desde 1865. Una vez sacados a la luz los pavimientos de este ámbito fueron extraídos en piezas para proceder a su restauración. Sin embargo, de todo ese elenco tan solo se restauró un panel con motivos geométricos que finalmente fue a parar bajo el coro de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, conservado hoy día en deficientes condiciones. El resto aún se mantiene en sacos en la Casa Consistorial. En un guiño a su villa romana, al menos la plaza Mayor de Paradinas lució durante algunos años del presente siglo un embaldosado que reproducía a mayor escala el motivo geométrico de ese único mosaico restaurado.
En esa misma campaña de 1968, las noticias orales sobre más hallazgos musivos durante la realización de obras, unos 30 m al noroeste del Ámbito I, llevaron a Escalera a desplazar la intervención hasta aquella zona. Allí se halló otro grupo de estancias que conforman el denominado Ámbito II. En esa nueva área, considerada de carácter privado e inédita hasta entonces para la historiografía, destacaba una habitación de 11 m de lado con pavimento musivo decorado a base de octógonos secantes y enmarcado por una cenefa. El umbral de acceso a esta estancia presentaba una composición con una representación alegórica de las cuatro estaciones, de las que solo se conservaba una figura femenina enmarcada mediante un tondo que representaba el Invierno. Hasta la fecha es la única imagen figurada que ha proporcionado el yacimiento. A diferencia de lo ocurrido con los mosaicos del Ámbito I, los de esta zona privada volvieron a cubrirse, una decisión que se tornará acertada de cara a su protección y conservación en las décadas siguientes, al permitirlos llegar casi intactos hasta nuestros días.
Tras esta intervención de 1968 tan solo se pueden reseñar en los siguientes cincuenta años algunas calicatas puntuales sin control arqueológico y excavaciones preventivas en los años 1984, 1997, 2002 y 2008. Desde principios del presente siglo cabe destacar la iniciativa llevada a cabo por la Asociación Cultural Fray Esteban de las Monjas, que consiguió habilitar un Centro de Interpretación Arqueológica en las antiguas escuelas en el año 2000, en colaboración con AIDESCOM, Caja Segovia y el Ayuntamiento de Santa María la Real de Nieva. Este recurso ha servido al menos para ofrecer al visitante cierta información sobre la villa romana, además de incorporar otra sala de carácter etnográfico.
Por su parte, la entidad local consiguió en los últimos años la cesión de varias fincas urbanas ubicadas en la acera norte de la calle Real por parte de sus propietarios, bajo las cuales se extiende la considerada como parte privada de la villa, todo ello con el objetivo de reanudar en el futuro las excavaciones. Una vez quedó garantizada la titularidad municipal sobre un solar dimensionado, el ayuntamiento de Paradinas procedió a su vallado y solicitó en 2020 la inclusión del yacimiento en las campañas arqueológicas que programa anualmente la Consejería de Cultura y Turismo. El resultado no se hizo esperar y en el verano de 2021 se retomaron las excavaciones con carácter científico 53 años después de la infausta intervención de 1968, una actuación que proporcionó hallazgos musivos inéditos.
Dicha intervención no fue sino la antesala de una nueva campaña desarrollada este mismo verano de 2024, bajo la dirección de José Miguel Labrador. En ella se ha definido la extensión del ámbito privado y la articulación de sus estructuras, amén de servir de acicate para una nueva exhumación del icónico mosaico de la alegoría del Invierno. Todo ello ha devuelto a Paradinas al primer plano de la actualidad, teniendo esta intervención como colofón una visita guiada al propio yacimiento por parte de su director el pasado 7 de agosto.
En definitiva, parecen abrirse, esta vez sí, excelentes perspectivas de futuro para este maltratado enclave, un deseo anhelado por sus habitantes tras el azaroso periplo soportado en el último siglo y medio. Esperemos que este renovado empeño no quede en saco roto y que la villa comience a proporcionarnos periódicamente noticias sobre nuevos hallazgos de interés, además de un proyecto dinamizador e ilusionante que desemboque, por fin, en su puesta en valor para el disfrute de vecinos y visitantes. Paradinas y su historia bien lo merecen.
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*Licenciado en Geografía e Historia, Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología y autor del libro “La villa romana y la necrópolis visigoda de Santa Lucía, Aguilafuente (Segovia). Nuevas aportaciones para su estudio”.
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